Norah Lange
Notas sobre Norah Lange y su obra poética
Norah Lange se destacó en el campo de las letras argentinas del siglo XX, participando de los círculos de vanguardia y elaborando ficciones completamente originales dentro del género fantástico. Fue novelista y poeta argentina, vinculada primero al Grupo Martín Fierro, especialmente con Jorge Alis y luego al Grupo Proa con Leopoldo Marechal, para las cuales realizó varios aportes. Lange comenzó a publicar sus obras desde muy joven; con apenas veinte años de edad publicó su primer poemario "La calle de la tarde" (1924), que cuenta con un prólogo de Jorge Luis Borges.
Nació el 23 de octubre de 1905 en la casa de la calle Tronador que más tarde inmortalizaría en sus relatos de infancia. Pasó cuatro años allí, seis en Colonia Alvear, Mendoza, con toda su familia y retornó a la Capital en 1915 luego de la muerte de su padre. Fue en Buenos Aires, donde la joven Norah dio sus primeros pasos en el mundo literario. Su presencia fue muy significativa en el mundo de las letras, específicamente en su marco histórico y geográfico, dado que no era común que una mujer se dedicara a la narrativa y que participara de una manera tan activa de una actividad que todavía sigue estando fuertemente ligada al machismo.
En el núcleo de literatos, conoció a dos de sus grandes amigos: el poeta Francisco Luis Bernárdez y el artista plástico Xul Solar. Esa clase de relaciones le permitió participar en diciembre de 1921, en la redacción del primer número de la “Revista Mural Prisma”. A partir de entonces, se hicieron famosas las veladas de Villa Mazzini, donde participaban Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Jacobo Fijman, Emilio Petorutti, Cesar Vallejos, Raúl Scalabrini Ortiz y que fueron eternizadas un poco socarronamente en la novela Adán Buenos Aires de Marechal. Para cuando Lange publica dos nuevos libros de poesía y su primera novela: Los días y las noches (1926), El rumbo de la rosa (1930) y Voz de Vida (1927), la casa de la calle Tronador se había transformado en un punto de encuentro para una parte de la intelectualidad porteña. Quienes estuvieron allí, recordarían las veladas de los sábados y domingos entre quienes se hallon también: Alfonsina Storni, Horacio Quiroga y Macedonio Fernández. Su vida quedó marcada para siempre en 1926, cuando asistió a un banquete en honor al patriarca de los escritores, Ricardo Güiraldes, por su libro Don Segundo Sombra, donde Lange conoce a Oliverio Girondo. Hoy casi no se la recuerda, sin embargo, en su momento fue bastante reconocida y celebrada dentro de los ámbitos literarios, teniendo en cuenta las limitaciones que su género le imponía.
Primero con su poesía y luego con su prosa, que le valdría varios premios y reconocimientos, Lange se transformó en una autora excepcional y supo construir su identidad como escritora que incluía una mirada femenina, pero iba más allá de lo que se consideraban géneros o temas típicamente “apropiados” para las mujeres de la época. Así, con una novela como 45 días y 30 marineros (1933), además de emplear ciertos elementos rupturistas en lo formal, en cuanto a la trama coqueteó con la inmoralidad y elaboró un relato repleto de tensiones sexuales en el que una mujer viaja sola en un barco carguero con una tripulación completamente masculina. Sin embargo, sus escritos más rupturistas aparecieron a partir de la década del cuarenta, donde experimenta con su narrativa y en el empleo de elementos del fantástico. Las siguientes producción escapan a las convenciones tradicionales del fantástico y se adentran, con una sensibilidad moderna, en algunos de los códigos del gótico decimonónico, hilando relatos de atmósfera pesada que sutilmente producen extrañamiento y ansiedad. Leonor Silvestri dirá de su escritura:
Su literatura logra reacomodar la realidad en constelaciones personales, ritualizar lo insignificante: casas y recuerdos que dan cuenta de la necesidad de poder ordenar la vida propia al lenguaje e incorporar sin tabúes o inútiles dramatismos la muerte y apropiársela desde esa dimensión íntima, nunca vista como una conmoción inaceptable sino como un detalle trascendente de la condición humana que permite reflexionar, tanto a sus narradoras como a sus lectores, acerca de la privacidad.
Después de esta etapa, ya como una autora consagrada, Lange se retiró un poco del mundo de la ficción y sólo publicó un nuevo libro titulado Estimados Congéneres (1968). Lange podía combinar el trabajo serio en sus proyectos literarios con la diversión. En definitiva, siendo reconocida y celebrada, ella falleció el 4 de agosto de 1972, cinco años después de su marido y fue enterrada con Girondo en la Recoleta.
Desde muy joven, Norah Lange fue una vanguardista en el campo del arte y también en la vida. De una llamativa belleza pelirroja, fue tal vez la primera mujer en romper con el canon machista de que las argentinas sólo debían escribir poesía. Ella escribió prosa e irrumpió en los ámbitos de los clanes literarios, que hasta entonces estaban reservados a los hombres. Lange tenía una gran capacidad para tomar hechos y elementos insignificantes y convertirlos, bajo su mirada personal, en aspectos destacados de una narración o una poesía. Tal vez por eso, un crítico la llamó “la poeta de la simpleza compleja”. Otros críticos marcaron su facilidad para incorporar temas que antiguamente eran tabúes de la sociedad y que desdramatizaba con una dimensión íntima y familiar. La muerte, por ejemplo, es un detalle de la condición humana en su literatura.
En su obra se pueden distinguir dos etapas diferenciadas: una primera que se caracteriza por un realismo heterodoxo y la segunda en la que predomina el estilo autobiográfico y vanguardismo fantástico.
Selección de poemas:
Los días y las noches (1926)
I
Vacía
la casa donde tantas veces
las palabras incendiaron los
rincones.
La noche se anticipa
en el plano mudo
que
nadie toca.
Voy a solas desde un recuerdo a otro
abriendo
las ventanas
para que tu nombre pueble
la mísera quietud de
esta tarde a solas.
Ya nadie inmoviliza las horas largas y
cerradas
tanto pudor de niña.
Y tu recuerdo es otra
casa
Y mis latidos forman una hilera de pisadas
grande y
quieta
por donde yo tropiezo sola.
que van desde su puerta
hacia el olvido.
II
Ventana
abierta sobre la tarde
con generosidad de mano
que no sabe su
limosna.
Ventana,
que has ocultado en vano
tanto pudor de niña.
Ventana
que se da como un cariño
a las veredas desnudas de niños.
Luego,
ventana abierta al alba
con rocío de júbilo riendo en sus
cristales.
¡Cuántas
veces en el sosiego
de su abrazo amplio
dijo mi pena
su
verso cansado!
La
calle de la tarde (1925)
"JORNADA"
Aurora
Lámpara
enredada
en un camino de horizontes.
Después, al
mediodía,
en el aljibe se suicida el sol.
La tarde hecha
jirones
mendiga estrellas.
Las lejanías reciben al sol
sobre
sus brazos incendiados.
La noche se persigna ante un
poniente.
Amanece la angustia de una espera
y aún no es la
hora.
La
calle de la tarde,
(1925)
"PONIENTE DOBLE"
Oscurece.
El silencio
De las cosas ya cansadas
Pone apuro en las
tinieblas.
Aguardo
–entre las sombras–
Corona de palabras tuyas
Para ceñir la
espera.
¡Sueños
de otros lugares!
Afuera oscurece. Adentro, en el corazón que es
grande
Como el tiempo,
Otro poniente nace.
¡Poniente
del corazón!
Cumplida ya la luz
Como mi espera.
Somos un
mismo poniente,
Adentro, y afuera…
La
calle de la tarde
(1925)
"AMANECER"
En
el corazón de cada árbol
se ha estremecido la medianoche.
La
noche se desmenuza
en lenta procesión de niebla.
Todas las tardes terminan su cansancio.
Los
letreros luminosos duermen
el asombro de sus colores
y
anticipan la contemplación de cada pobre.
En
toda esquina vigila el sueño
y es tu recuerdo la única pena
que
humilla la altivez de las aceras.
Lejos,
el primer mendigo,
traiciona el portal donde ha dormido.
Y
la ciudad se abre como una carta
para decirnos la sorpresa de sus
calles.
La
calle de la tarde (1925)
"ANOCHECER"
Los
brazos del sauce llorón
son serpentinas malgastadas.
El viento
simula arpegios
jirones de música entrecortada.
El véspero
anuncia la noche
mientras en otro horizonte
el sol delira…
Cada
árbol es un país de emociones.
Tú y yo, multiplicándonos de
amor. Sumergiéndonos
en nuestros ojos, amplios de azul.
Como
un niño llegué a tu corazón.
Tú, generoso, te partiste para
darme un pedazo de dicha.
"AFUERA LA NOCHE..."
Afuera
la noche
sacudiendo
angustias.
Adentro, el
corazón
fresco
de amor
¡Como
una hoja nueva!
"LA TARDE SE VA"
La
tarde se va
de
la mano del sol.
La noche
es un largo silencio negro.
La
luna es el alma de la noche.
¡Si
yo fuese tan sólo tu corazón por dentro!
"POR AQUEL BRAZO..."
Por
aquel brazo
por
el cual desciendes
llegarás a la mano.
¡La
mano abierta
enseñándote
a amar!
"LA NOCHE ENTRÓ POR LA VENTANA"
La
noche entró por la ventana.
Mi
alcoba está suave de luna.
Los
rincones se nutren de sueño
y
la bujía cuelga en la penumbra
como
un sol insensible.
"CALLE"
He
vuelto a la calle ahondada de esperas
rezando
ausencias que ya no serán más.
Calle
poblada de voces humildes,
¡cuán
cerca la hora en que él me querrá!
Sobre
la tierra sumisa de ocasos,
pasaste
a mi lado como un madrigal.
Toda
la dicha se estuvo en mis ojos,
y
fue leve cansancio la emoción de tu voz.
Calle:
mi verso pronto irá hacia ti
honrado
de emociones, como un abrazo
que
anticipa olvido y soledades.
"LA TARDECITA MANSA..."
La
tardecita mansa
pisoteada
por tinieblas.
Las hojas
son corazones sobre el lago
y
los arbolitos
de
la mano
como
un cortejo de niños.
"EL SOL SE HABÍA CAÍDO..."
El
sol se había caído
con
las alas rotas
sobre
un Poniente.
Tus ojos se
llenaron de crepúsculos pálidos.
Vino
el vacío eterno de tu presencia
y
todas mis horas se llenaron
de
distancias.
Tus
lágrimas se deslizan
por
la pendiente de un recuerdo.
El
rosario de tus besos
de
tus huellas
aguarda
tus pasos.
Vuelve.
Acaso en tu
ventana
un
verso mío se desangra.
"TODO EL DOLOR DERRAMADO..."
Todo
el dolor derramado
sobre
el paisaje.
La tarde
transparente
como
un agua
se ha mirado en
tus ojos.
Lejos
la noche arrodillada
trenza
tinieblas
ante
su espejo.
Mi corazón es
un plenilunio de tristeza.
"TUS LABIOS HAN DELETREADO"
Tus
labios han deletreado
una
sonrisa.
Las palabras
declinan
como
ocasos
sobre
los pétalos de los caminos.
Un
pajarito
se
ha dormido
con
un poco de luz
sobre
la piedad de tus manos
y
se oye palpitar un beso
sobre
el cansancio
de
tus ojos.
"LA EMOCIÓN..."
La
emoción tira de nuestras almas.
El
corazón se nos abre
para amar mejor.
Sentimos
todo el cielo
latiendo
en nuestras manos.
Una
llovizna de recuerdo
humedece
mi alma.
¡Es tan dulce
sentirse morir por dentro
poco
a poco!
"EN EL CAMINO..."
En
el camino hay un silencio de palabra imposible
La
tarde reza en ermita de fuego
Sobre
el despoblado
hacen
penitencia las sombras
Las
estrellas columpian la escalera
por
donde bajarán los ángeles a la tierra
Mi
vida se desangra gota a gota.
La
tarde es una sola lágrima clara
Cada
sombra es un latido que nos besa
Cerca,
más cerca
el
corazón de la noche.
El
silencio doblega los instantes
Cada
hoja es una palabra más
que
dice la primavera este año
Para
perpetuar la emoción
cerró
la noche la palabra que nacía
"VERSOS A UNA PLAZA"
La
tarde muere como una eremita.
Sobre
la espalda de la noche
el
cielo se estremece apretado de estrellas.
La
noche crispada y lenta
se
apega a los faroles,
pequeños
y suaves como una luna nueva.
Plaza:
sobre tu umbral de sombras
su
voz sube como una letanía
al
silencio verde de tus árboles.
Los
caminos son temblores de dicha
bajo
la llamarada azul de tanto cielo.
La
ciudad se rompe bruscamente
contra
el regazo de tus esquinitas verdes.
"VENTANA"
Ventana
abierta sobre la tarde
con generosidad de mano
que no
sabe su limosna.
Ventana, que has ocultado en vano
tanto
pudor de niña.
Ventana que se da como un cariño
a las
veredas desnudas de niños.
Luego, ventana abierta al alba
con
rocío de júbilo riendo en sus cristales.
Cuántas veces en
el sosiego
de su abrazo amplio
dijo mi pena
su
verso cansado!
Comentarios
Publicar un comentario